La Burbuja de las redes sociales: ¿Realidad o ficción?

La burbuja de las redes sociales

En Creando Comunidad creemos que Internet y todo lo relacionado con la red es un constante de éxitos y fracasos que se van sucediendo continuamente. Aquellos que en su momento estuvieron en la cresta de la ola yacen desde hace tiempo en las profundidades de la red habiendo desaparecido o convertidos en una sombra de lo que antaño fueron. Los alarmistas hablan de la segunda burbuja puntocom desde el desastre del año 2000 cuando estalló la primera y se llevó con ella a 4.854 empresas de Internet en 3 años.

El primer síntoma de alarma fue la entrada de la investigada Goldman Sachs en el capital de Facebook, cosa que no auguraba nada bueno por su dudosa trayectoria, y el segundo fue el tremendo batacazo que se llevó Facebook en la salida en la bolsa y es que (y que conste que no soy economista ni entiendo de ello) el problema de la llamada web 2.0 es que se está valorando muy por encima de sus posibilidades, y no tan solo las plataformas sino también los profesionales encargados de gestionarlas. Los vendedores de humo han salido de debajo de las piedras y prometen, cual genio de la lámpara, el éxito absoluto de nuestras empresas a cambio de aceptar unos servicios que, muchas veces ni tan siquiera sabemos en qué consisten; así lo hizo saber el experto en Redes Sociales Javier Godoy cuando sentenció que en España existe una inflación y una burbuja de Community Managers.

Volviendo a las plataformas, algunas redes sociales como Facebook ganan mucho dinero con sus servicios, pero sus posibilidades de crecimiento están muy por encima de la realidad. Y no sólo en América se producen estos pinchazos sino, desde hace poco, también en China, donde su «gigante social» Ren-Ren, se ha desplomado en bolsa en los últimos meses.

La gente se cansa de publicar y las empresas dudan de si vale la pena invertir en algo de lo que sus posibles clientes ya se han cansado

El peligro de la explosión que más nos atañe, como en toda burbuja, es todo lo que se llevaría por delante en caso de producirse: los «profesionales 2.0», parte de los centros que forman a estos profesionales, las empresas que invierten en ellos, además de las propias empresas que ofrecen sus plataformas y las empresas de capital riesgo que apostaron a ciegas en ellas. Y todo ello sin contar con los miles de inversores que compran y venden acciones de una empresa que ni tan siquiera puede afrontar su responsabilidad como «gigante de las redes». Además los colosos empresariales del sector están creando un tupido manto que amenaza con cubrir al resto de plataformas en caso de que reviente la burbuja puesto que, si las principales empresas tales como Twitter, Linkedin o Facebook empiezan a desplomarse, no tardaremos en ver un tsunami puntocom que arrasará al resto del sector.

Si nos fijamos en el usuario estándar podemos ver que, aunque la presencia en redes sociales se mantiene, su uso se está resintiendo poco a poco. Si se trata de una moda pasajera o una «normalización» de su utilización el tiempo lo dirá, pero sí es cierto que el atractivo que tenía, por ejemplo, Facebook en sus inicios dista mucho de la imagen actual. La gente se cansa de publicar y las empresas dudan de si vale la pena invertir en algo de lo que sus posibles clientes ya se han cansado. Por otro lado, la pregunta que empieza a sobrevolar nuestras cabezas es ¿En qué estamos invirtiendo?

Algunos analistas confían en que, a pesar del inminente desplome, algunas plataformas sean capaces de aguantar el embate gracias a su forma de generar ingresos cuantificables como es el caso de Linkedin que, al tratarse de una red social para profesionales que buscan trabajadores, ofrece mayor transparencia a la hora de computar la inversión y sus resultados y, por lo tanto, mayor confianza en sus inversores.

Los que nos dedicamos a ello esperamos y deseamos que no se repitan los mismos errores que en la primera burbuja puesto que, en plena crisis económica, es mucho más lo que se podría perder y muchos puestos de trabajo que se podrían destruir. Sería quizás mejor valorar de forma realista el cabal económico y las posibilidades de generar dividendos de estas empresas para  que su valor en bolsa se ajuste a la realidad del mercado y a sus posibilidades como plataforma antes de que sea demasiado tarde.  Y vosotros ¿cómo lo veis?

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